viernes, 30 de marzo de 2012

Rurrenabaque, el Amazonas boliviano

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Hay varias opciones para llegar a Rurrenabaque, punto de partida para nuestro tour de tres días por Las Pampas. Puedes coger un bus que, con mucha suerte, en 20 horas de camino de tierra hará el recorrido entre La Paz y Rurrenabaque, o puedes tomar un vuelo de 45 min. Obvio que es más caro pero en la estación de lluvias (que es en la que estamos) hay gente que ha tardado hasta 36 hs en hacer el trayecto por tierra. Así que finalmente nos decidimos por un vuelo con Amaszonas que salía de La Paz a las 6:15 am, hora que nos permitía llegar a tiempo para comenzar el mismo día nuestro tour.


De la agencia en Rurrenabaque te recogen en un 4x4. Éramos ocho personas, tres alemanes, tres australianos y nosotros. Además, también venía con nosotros nuestro guía, Luís. Después de tres horas por un camino de tierra y piedras, llegamos a Santa Rosa, donde tienes que pagar 150 Bs por persona para poder acceder a Las Pampas. Allí, comimos  en un restaurante (todas las comidas las teníamos incluidas con  el tour) y nos fuimos hasta el embarcadero del Río Beni. Antes de subir a nuestra canoa ya comenzaban a caer las primeras gotas. Como todos los tours parten desde allí, hay unos cuantos puestecillos que venden snacks, refrescos y alguna que otra cosa que los turistas pueden necesitar en el último momento, como chubasqueros o papel higiénico. No estuvimos de suerte, se les habían terminado los chubasqueros, nos tocaba mojarnos.
con una bolsa de basura a modo de chubasquero
Comenzaba la aventura. Subimos en nuestra canoa y nos esperaban más de 2 hs de navegación hasta llegar a nuestras cabañas. Se supone que en este rato empiezas a ver los primeros animales, cierto que vimos delfines rosados, alguna ave y macacos, pero nada espectacular porque todos estaban refugiándose de la lluvia, que es lo que nos hubieran encantado hacer a nosotros. Nuestros compañeros iban bien equipados pero nosotros llegamos al campamento empapados, suerte que hace tantísimo calor que no fue del todo desagradable. De todas formas, yo recibí el primer regalito del tour, nos metimos con la canoa debajo de unos árboles en los que había muchos monos y uno de ellos me cagó en la cabeza!!!



Nada más desembarcar conocimos a Federico, un lagarto al que le encanta quedarse junto al campamento de Indígena Tours (que era nuestra agencia) Solo éramos dos grupos, un total de 16 personas. Nosotros dormíamos junto a los australianos y los alemanes tenían otra habitación para ellos. Lo bueno es que cada cama tenía su propia red antimosquitos, así que podías dormir tranquilamente. La verdad es que nos hubiera gustado más que nos hubiera tocado con el otro grupo, porque iban cuatro italianos que siempre estaban de broma y eran muy simpáticos. Los australianos eran unos gemelos y el colega, los tres unos musculitos que tenían unos brazos que daban miedo; eran un poco flipados y no daban mucha conversación. Los alemanes eran dos hermanas de 19 y 20 añitos y el novio de la mayor. La pequeña estaba haciendo un voluntariado de un año en Sucre y su hermana y el novio le habían venido a visitar. La mayor era muy simpática, el novio bastante parásito y la pequeña muy tímida.

Federico 


nuestras camas
El primer día, después de cenar, salimos con la canoa y con linternas a ver los ojos de los caimanes. Hicimos una navegación de 1 h y Luís iba parando cuando veía ojos rojos, al acercarte veías a los caimanes. Fue chulo porque vimos a algunos bebés caimán que eran realmente preciosos.


un bebé caimán
El segundo día fue el más productivo e intenso. Después de desayunar nos fuimos hasta una mini isla a buscan anacondas. Llevábamos botas de agua porque ahora Las Pampas están completamente inundadas. Como ahora acaba la temporada de lluvias, el Río Beni lleva un caudal inmenso y prácticamente no hay ninguna zona seca. Estuvimos deambulando por el islote en busca de reptiles. Luís y el guía del otro grupo encontraron una anaconda bastante adentro del río. Jordi y algunos chicos más se metieron para verla, pero el agua les llegaba hasta la cintura. Después, en tierra seca, encontramos una cascabel, toda enrollada. Durante la navegación, vimos más animales, tortugas estiradas tomando el sol, algún tucán (aunque son diferentes que los de Brasil y bastante más feos), un caimán que le dio un susto de muerte a Jordi, más pajarracos, monos y hasta algún gorila.


una cascabel




sereré
Ese mismo día, después de comer y estirarnos un rato en las hamacas, nos fuimos a pescar pirañas. Por el camino, paramos en una zona donde había delfines rosados por si nos queríamos bañar con ellos. Jordi y yo fuimos los primeros en tirarnos al agua, estaba calentísima. Solo un  par de los musculitos se nos unieron. Los alemanes eran un poco cabeza cuadrada y no querían bañarse en “esa agua tan negra”. Fue divertido aunque no conseguimos estar cerca de ningún delfín. Después, comenzó la pesca. Tuvimos que cambiar hasta tres veces de lugar para ver si teníamos suerte. Usábamos cañas muy básicas, hilo con un anzuelo donde poníamos un trozo de carne como cebo. Luís, el guía, atrapó dos peces, el primero un mini pez-gato y el segundo sí que era una piraña pero muy pequeña, así que enseguida los liberó. Yo, en tres ocasiones pesqué pirañas pero no fui los suficiente rápida o, mejor dicho, no tiraba del hilo con la fuerza necesaria y, tras elevarlas del agua, las dejaba escapar. El único que consiguió una buena presa fue Jordi, pescó una piraña lo suficientemente grande como para poder llevárnosla para cocinarla en la cena. Nosotros nos lo pasamos pipa pero los australianos se aburrieron de lo lindo y los alemanes creo que se lo pasaron mejor pero tampoco es que demostraran mucha emoción.



lo que veis al fondo es un delfín rosado
el pescador y su presa


si te muerde...
Para acabar el día, a la vuelta al campamento, paramos en el Sunset, que aunque no os lo creáis en Las Pampas también puedes encontrar un bar. Es el lugar perfecto para ver la puesta del sol porque es un mirador. Preciosa.


A la mañana siguiente madrugamos mucho para ver la salida del sol, a las 5:45 am ya estábamos en pie. Bueno, no todos, porque los musculitos prefirieron dormir. Salimos con la canoa a hacer una navegación de 1 h y pudimos disfrutar de todo el colorido de Las Pampas, desde la noche hasta la salida completa del sol. Luego volvimos a las cabañas para desayunar y a las 9 am volvimos a embarcarnos para ver algunos animales más. Salvo una capibara (es la rata más grande que existe), que no habíamos visto los días anteriores, el resto fueron los mismos de siempre. Bueno, también paramos en un sitio donde había delfines rosados pero, en esta ocasión, nadie se animó a bañarse.



A las 11 am volvimos al campamento para comer y recoger nuestras cosas y abandonar Las Pampas. Antes de marchar nos divertimos un rato con Federico, viendo como los musculitos intentaban tocarle. El más osado de ellos le agarró la cola y se la levantó. El pobre Federico no hizo nada, solo se fue lentamente, aunque cuando abría la boca no era nada amigable.





Hay que reconocer que la vuelta hasta el embarcadero de Santa Rosa se nos hizo eterna, en parte porque volvió la lluvia, cuatro gotas en comparación con el día que llegamos pero que a nosotros nos fastidiaron porque pensábamos que volveríamos a empaparnos. Por suerte, la lluvia duró poco y volvió a salir el sol. Pensábamos que así habría acabado nuestra aventura pero estábamos muy equivocados. El 4x4 que nos vino a buscar para llevarnos de vuelta a Rurrenabaque era todo un espectáculo, cada poco nos teníamos que parar porque el conductor le iba echando agua y, lo mejor de todo, para ajustar con una llave una de las ruedas que iba medio suelta. Nosotros solo esperábamos que no se quedara parado porque teníamos nuestro vuelo de vuelta a La Paz a las 6:30 pm. El coche se portó, a las 5 pm ya estábamos en el aeropuerto más pequeño que hemos visto jamás y nuestro vuelo llegó puntual, listos para volver a volar en el mini avión de 18 pasajeros!!



El balance fue bueno, pocas picaduras de mosquitos, Jordi ninguna, yo muchísimas menos de las que me esperaba, el tour divertido aunque por la temporada de lluvias vimos muchos menos animales que los que se ven en temporada seca. Nuestro grupo, hubiera podido ser mejor pero tampoco estuvo tan mal. Respecto a la agencia, creo que escogimos bien, el guía era majete y las cabañas decentes, además, los grupos eran reducidos y no trabajan con nuestros amigos los israelitas (ya hay un par de agencias que trabajan solo con ellos)

miércoles, 28 de marzo de 2012

Huayna Potosí

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Mi segunda aventura en solitario empezaba el lunes a las 9 de la mañana cuando tenía que encontrarme con un danés y un suizo para empezar la ascensión al Huayna Potosí. Mi sorpresa fue que al llegar a la oficina estaba una pareja alemana-española y no los otros dos. Finalmente, llegaron un poco tarde pero lo suficientemente a tiempo para que pudieran ir al depósito a buscar toda la ropa que a partir de ese momento sería nuestro uniforme oficial.

Después de un duro trabajo en el almacén para que cada uno encontrara su talla, nos marchamos a lo que tenía que ser el campo base y refugio donde pasaríamos la primera noche. Ya se empezaba a notar que íbamos a formar un buen grupo.

lo que nos esperaba...
Llegamos al refugio después de 2 horas en camioneta y nos repartieron las habitaciones, a mi me toco con los dos chicos, la pareja dormía en otra habitación. El idioma oficial de los 3 días fue el inglés… imaginaos a más de 4.500 m con la falta de oxígeno en mi cerebro y tener que hablar en inglés.

el suizo y mi primer cuarto
El primer shock fue a la hora de la comida que compartimos mesa con un grupo que acababa de bajar de la cima, de los cinco, dos no quisieron comer de lo rotos que estaban, otros dos lo vomitaron todo y sólo uno acabó sano y salvó.

Justo al terminar de comer, nos fuimos a media horita andando a la zona de entrenamiento, donde durante 3 horitas te enseñan a andar con los crampones y la escalada con piolets, fue la parte más liviana y divertida de los tres días, pero necesaria para llegar a la cima, ya que pondríamos en práctica esto el último día de ascensión.


Con el inseparable Pelle



A la vuelta al refugio ya se empezó a notar el frío que hizo mella en nuestros cuerpos, nadie se atrevió a ducharse. Pedimos al guía que encendiera la chimenea y a las 19:00 ya estábamos cenados y al lado del fuego, hablando, leyendo… ya a las 22:00 a la cama.

Christophe, Pelle y el menda
La mañana siguiente, la altitud quería empezar a dejar bajas en el camino y el suizo no se podía levantar, había estado toda la noche con diarrea y sin dormir. Aunque no desayunó, a las 12 am se levantó y comió con el resto, eso sí, con la ayuda de las pastillas del mal de altura. Aquí es cuando todos nos dimos cuenta que tendríamos que empezar a drogarnos…o hojas de coca o píldoras, yo empecé con el remedio natural, así que con la mochila de más de 15kg y mi bola de hojas de coca empecé la primera parte de la subida.

ya dije que fue difícil encontrar ropa para todos, yo era el arco iris
Fueron casi 4 horas de subida donde pasamos de los 4.600 m de la primera noche a los 5.300 m, que es donde tiene el segundo refugio nuestra agencia. Aquí se nos ajuntaron un israelí que iba hacerlo en dos días y dos guías más, ya que teníamos que tener un guía cada dos personas. La subida fue tranquila, cada uno iba a su ritmo ya que con todo el material encima no era nada fácil subir las partes rocosas. La última hora empeoró la cosa ya que todo estaba con nieve.



A las 5 pm llegamos al refugio, aquí no hubo elección de habitaciones, todos estaríamos en la misma habitación con los guías, supongo para darnos calor mutuo. A las 6 pm ya estábamos cenados y en cama ya que a las 12 de la noche nos despertaban para el desayuno, vestirnos y empezar a subir. Antes los guías nos habían avisado de que era prácticamente dormir a esa altitud, que incluso ellos solo dormían 2-3 horas. Así fue, no conseguí pegar ojo en toda la noche, fueron las 6 horas más largas de mi vida, además no tenía hora, solo se oían los ruidos de gente que se levantaba para ir al baño o, los que como yo, no conseguían dormir.

el otro refugio

nuestro refugio

habitación, comedor...
Antes de irnos a la cama hubo la formación de los grupos para atacar la cima, a mí me tocó con Pelle, el danés. Me preocupé un poco porque el pobre se fue a la cama super medicado y mareado pero consiguió dormir bien. La chica española también se encontraba mal. Su pareja, Andreas, el suizo, recuperado y un servidor ya con alguna pastilla no pegamos ojo en toda la noche.

A las 12 pm sonó el despertador y antes de las 2 am ya estábamos desayunados y en camino a la cima. La chica había vomitado toda la noche pero quiso probarlo. El danés se encontraba mejor, los dos nos tomamos una pastilla y con hojas de coca empezamos a subir. Éramos los primeros de nuestro grupo y para mí fue la parte más dura, ya que haces una especie de camino para el resto que vienen detrás. Aquí fue el único momento de debilidad que tuve, supongo que la noche sin dormir y empezar a andar a las 2 am con un frontal, sin ver nada alrededor y ver que vas pasando a otros grupos de agencias que están parados, me hizo pensar lo duro que era. Lo bueno es que fuimos a mejor, nos paramos unos 5 minutos a descansar y a partir de ese momento me empecé a encontrar con fuerzas. Aquí uno de los guías ya había vuelto al refugio con la chica y a Andreas lo teníamos que esperar nosotros, porque en el otro grupo iba el israelí que no iba nada preparado y si se quedaba mucho tiempo parado se congelaba.

aquí empezaba la aventura...
Llegó Andreas, y con Pelle y Luís, el guía, seguimos nuestro camino. Aquí me acordé de lo que había leído el día anterior, y es que lo importante es no levantar la cabeza ni mirar atrás para que no veas la luz que dejas atrás ni los que van delante de tí, así lo hice y parece que funcionó. Otra cosa que me ayudo mucho fue la oscuridad absoluta que hay y es que no ver la cima ayuda a que no te vengas abajo; así solo ves lo que estás pisando.

A medio camino nos encontramos una pared vertical en la que tuvimos que poner en práctica lo aprendido anteriormente, me pensé que todo iba a ser así pero solo fueron 20 metros a un 85% de inclinación.

No parábamos de adelantar grupos que se estaban tomando un descanso, ya éramos los primeros del montón de luces que se veían al mirar atrás. Luís nos avisó que teníamos que aflojar un poco el ritmo porque si no llegaríamos a la cumbre del Huayna Potosí demasiado pronto y allí, a 6.088 es muy difícil aguantar más de 15 minutos y lo realmente increíble es presenciar la salida del sol.

Ya nos quedaba solo la parte más peligrosa antes de llegar a la cumbre, una cresta de unos 12- 15 metros de largo en que tienes que avanzar por un ancho de unos 50 cm, a la derecha un precipicio de 1000 m, a la izquierda unos 300 metros, así que si te caes mejor a la izquierda.

los supervivientes
Sin darme cuenta ya estaba en la cima, lo primero que hice fue arrodillarme a tomar aire y luego se me debió meter algo en el ojo porque las lágrimas me empezaron a bajar por las mejillas, seguro que fue el frío.

Nos quedaban 15 minutos para ver salir el sol, éste no nos defraudó, salió majestuoso mostrando todo su brillo e hizo que disfrutáramos, sin lugar a dudas, del mejor alba de nuestras vidas.




Ya sólo nos faltaba descender, volver a pasar los 15 metros fatídicos y en 2 horas teníamos que estar en el campamento, recoger en 30 minutos y dos horas más para llegar al campo base. Se hace difícil de creer, pero para mí fue la peor parte de todas, las rodillas y piernas terminan destrozadas de hacer tanta fuerza.

Al final, de los 6 escaladores novatos, 5 lo conseguimos, dicen que un porcentaje bastante alto lo logra si no te ataca el mal de altura. Creo que subir el Huayna requiere más  fuerza mental que física, ya que aparte de los 20 metros de escalada y los 15 que pasas por el precipicio, si no tienes vértigo, el resto es andar, andar, andar y no parar hasta llegar a los 6.088 m.

Es una de esas cosas que se tiene que probar cuando tienes la oportunidad, nunca te pondrán más facilidades que en Bolivia para subir a un seis mil sin estar federado y sin tener nada de experiencia en alpinismo.



De momento ya tengo un seis mil a mi espalda, quién sabe si vendrán más…